Meditación guiada para principiantes: comienza tu viaje interior 

Cuando empecé a meditar no tenía muy claro qué estaba buscando. Solo sabía que algo dentro de mí pedía silencio.  

Un tipo de silencio diferente: no el que se escucha fuera, sino ese que nace cuando te sientas contigo mismo y dejas de intentar huir.  

Con el tiempo entendí que meditar no es llegar a ningún lugar, sino volver, una y otra vez, al único espacio donde podemos habitar de verdad: el presente. 

A lo largo del camino me he encontrado con muchas personas que, como yo al principio, querían meditar pero no sabían por dónde empezar. Algunas lo intentaban un par de veces y se frustraban.  

Otras sentían que no lo estaban haciendo “bien”. Y muchas más ni siquiera lo intentaban por miedo a no estar preparadas. 

Si tú también estás en ese punto, déjame decirte algo: no hace falta hacerlo perfecto. Solo hace falta dar un primer paso. Sentarte contigo. Respirar. Y permitirte estar. 

¿Qué significa realmente meditar? 

Meditar no es dejar la mente en blanco. Tampoco es mantener una postura rígida ni tener experiencias trascendentales cada vez que cierras los ojos. Para mí, meditar es algo mucho más simple y, a la vez, más profundo: es estar contigo sin intentar cambiar nada. 

Es observar lo que hay. Escuchar tu respiración. Sentir tu cuerpo. Permitir que el pensamiento venga y se vaya. Es ese instante en el que, por un momento, dejas de pelearte con lo que eres. Te escuchas. Te sostienes. Te respiras. 

Y ese instante, aunque breve, tiene un poder inmenso. Porque en ese espacio, comienza el verdadero viaje interior. 

¿Cómo empezar? Una guía sencilla y real 

Muchas veces creemos que necesitamos tener todo en orden para comenzar: un cojín perfecto, una sala silenciosa, ropa cómoda, tiempo libre… Pero la meditación, como la vida, rara vez espera a que todo esté en calma.  

Por eso, aquí te comparto un pequeño paso a paso para que empieces hoy, con lo que tienes, tal como estás: 

1. Encuentra tu espacio 

No necesitas mucho. Un rincón donde te sientas tranquilo es suficiente. Puede ser una habitación, una esquina de tu casa o incluso tu coche antes de entrar a trabajar. Lo importante es que puedas estar unos minutos sin ser interrumpido. 

2. Siéntate con comodidad 

No hay una postura perfecta. Puedes sentarte en el suelo con las piernas cruzadas, en una silla con los pies apoyados o incluso tumbado si lo necesitas. Elige lo que te permita estar presente sin tensión. 

3. Cierra los ojos y respira 

Lleva tu atención a la respiración. No intentes controlarla ni modificarla. Solo obsérvala: cómo entra el aire, cómo sale, cómo se mueve tu pecho o tu abdomen. Si tu mente se distrae, no pasa nada. Vuelve con amabilidad al siguiente aliento. 

4. Permítete sentir 

Quizá surjan pensamientos, emociones, inquietud. Está bien. Todo forma parte del proceso. No luches contra nada. No intentes bloquear lo que sientes. Solo permanece ahí, contigo. 

5. Cierra con gratitud 

Antes de terminar, toma una respiración profunda y agradece ese momento. No importa si fueron cinco minutos o veinte. Lo importante es que estuviste ahí. Que te diste ese espacio. 

Constancia sin rigidez: cómo mantener la práctica viva 

Uno de los mayores retos al comenzar a meditar no es la técnica, sino la constancia. Y eso es algo que escucho muy seguido de quienes me comparten sus primeros pasos. 

Es fácil sentirse motivado los primeros días, pero luego la rutina, el cansancio o las expectativas hacen que abandonemos. Lo entiendo. Por eso, siempre recomiendo empezar sin exigencias.  

No necesitas meditar una hora diaria desde el primer día. Basta con cinco minutos. Pero hazlo tuyo. Encuentra un horario que te funcione, crea un pequeño ritual, pon un recordatorio si lo necesitas. 

Lo importante no es la duración, sino la relación que construyes con ese espacio. Porque con el tiempo, ese momento se convierte en un refugio. Y lo empezarás a necesitar, no por obligación, sino porque algo en ti lo empieza a pedir. 

Hay personas que sienten que necesitan más apoyo para sostener esa constancia, y eso también está bien. Algunas de ellas me han compartido lo valioso que ha sido para ellas contar con un espacio semanal de práctica compartida.  

Un lugar donde poder hablar, expresar lo que les está costando, y recibir una guía que les ayude a no soltarse de sí mismas. A veces basta con un encuentro uno a uno. Otras, con un acompañamiento más continuado donde podamos ver, poco a poco, cómo se va abriendo el camino. 

No porque no puedan hacerlo solas, sino porque no siempre hace falta hacerlo todo sin ayuda. A veces, tener a alguien ahí sosteniendo ese espacio contigo puede marcar la diferencia. 

Lo que empieza a cambiar 

Con el tiempo, empiezas a notar pequeños cambios. Nada espectacular al principio. Solo cosas sutiles. Reaccionas con menos ansiedad. Duermes un poco mejor. Estás más presente en una conversación. Tomas decisiones con más claridad. 

Y un día, sin saber muy bien cómo, te das cuenta de que algo en ti ha cambiado. Que hay más espacio dentro. Que ya no necesitas escapar de ti mismo como antes. Que puedes estar contigo, incluso cuando hay incomodidad. 

Eso, para mí, es una de las mayores transformaciones que nos ofrece la meditación: la posibilidad de estar en paz con nosotros mismos, tal como somos. 

¿Y si no lo haces bien? 

Una de las preguntas más frecuentes que me hacen es: “¿Y si no lo estoy haciendo bien?” 

Y mi respuesta siempre es la misma: si estás sentándote contigo, ya lo estás haciendo bien. 

No importa si te distraes, si tu mente no para, si te sientes incómodo. Eso también es parte del viaje. No se trata de controlar lo que pasa, sino de estar presente con lo que hay.  

Con práctica y paciencia, todo se va ajustando. Pero sobre todo, se va suavizando la mirada hacia ti mismo. 

Estar acompañado en el inicio 

Algunas personas sienten que meditar les confronta, que les cuesta mantener la atención o que no saben si están avanzando. En esos casos, el acompañamiento puede ser de gran ayuda.  

No como una obligación, sino como una forma de sostener el proceso cuando uno aún no ha construido del todo su espacio interior. 

A lo largo del tiempo, he tenido la oportunidad de guiar sesiones individuales que se convierten en pequeños refugios semanales. Espacios tranquilos, íntimos, donde poder encontrarte contigo sin presión.  

También hay quienes eligen un formato más continuado durante unas semanas, donde vamos trabajando paso a paso desde la respiración, el silencio y el cuerpo. Lo hermoso es que cada camino es distinto, y mi papel es simplemente estar ahí, sosteniendo ese viaje desde el respeto y la presencia. 

Empieza contigo 

No tienes que esperar a sentirte listo. No tienes que tener la mente en blanco, ni la vida ordenada, ni la postura perfecta. Solo tienes que sentarte. Respirar. Y darte ese espacio que quizás llevas tiempo postergando. 

Meditar no es huir del mundo. Es volver a ti. Y desde ahí, vivirlo todo con más consciencia, más calma y más verdad. 

Si hoy das ese primer paso, aunque sea pequeño, ya estás caminando. 
Y si en algún momento sientes que te vendría bien compañía, aquí estoy. 
Te acompaño, respiramos, y seguimos. Juntos.